Porfirio Díaz es uno de los personajes más importantes de la
historia de nuestro país. Tanto así que un periodo histórico lleva su
nombre: ‘El Porfiriato’. Un periodo de 30 años en los que hubo una dictadura
férrea, asesina, anti democrática y que finalmente desencadenó la sangrienta
revolución mexicana.
La historia se encargaría de poner a Díaz en el lugar que
merece. Como un hombre que trajo ‘progreso’ al país, pero usando el miedo, el
asesinato, el fraude, la intimidación y un sin número de artimañas.
Siempre que se habla del progreso del Porfiriato se recurre
al tren. El mayor logro de su gobierno fue construir una infraestructura
ferroviaria que impulsaba a México a la modernización y la industrialización.
Pero nada más. La producción nacional se concentró en unas pocas manos
nacionales y otras tantas extranjeras, poniendo al trabajador mexicana en
condiciones de esclavitud.
Sin embargo, en los últimos años se ha intentado sacar al
dictador del basurero de la historia y ponerlo a la par de otras figuras
históricas como Madero o Juárez. Una especie de revisión histórica que busca exaltar
sus logros y minimizar su barbarie.
Desde revisiones académicas que buscan darle otro punto de
vista a ese infame, pero importante momento histórico del país, hasta
publicaciones en redes sociales que hablan de que México necesita a un ‘Don
Porfirio’ para que haya paz y tranquilidad…
Me parece una práctica adecuada el querer develar muchos
misterios y derribar mitos sobre este personaje, pero querer ponerlo en una
posición diferente a la de un dictador es, desde mi punto de vista, peligroso.
¿Por qué? Porque Porfirio Díaz representa esa dictadura perfecta, donde existía
paz y estabilidad, a cambio de sumisión social y política. Donde la economía
crecía, pero la riqueza quedaba en manos de unos pocos, los mismos pocos de
siempre. Porque es repugnante la idea de una paz basada en el miedo, como la
antigua idea de que el narco traía estabilidad y progreso, siempre y cuando no
te metieras con ellos.
La historia ha puesto a Porfirio Díaz en el lugar que
merece, tratar de justificar lo que hizo en nombre de la ‘paz y progreso’ es sencillamente
cerrar los ojos y ponernos una pistola en la cabeza. Porque si no aprendemos de
la historia, estaremos condenados a repetirla, como lo hemos hecho durante más
de doscientos años de vida independiente…
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