martes, 13 de octubre de 2009

Arañas

Hola a todos.


Hoy quisiera compartir con ustedes un pequeño cuento que escribí hace un par de años para un concurso literario (que por cierto no gané), para mostrar mi lado literario. Espero lo disfruten.


Era un día de Diciembre, 10 días antes de la navidad. Hacia mas frío de lo que normalmente estábamos acostumbrados en esos días. Menos 2 grados para ser exactos. Yo, como ya era costumbre, estaba sentado en la barra del bar “La ultima y nos vamos” completamente ahogado de borracho y sin sentido de que estaba pasando a mi alrededor. Pedí otro tequila doble, pero me di cuenta de que ya no tenia dinero así que lo cancelé. Giré mi muñeca para poder ver la hora que era pero mi visión, afectada gravemente por el alcohol, no lograba enfocar bien mi reloj electrónico de 5 pesos que había adquirido en el mercado ese mismo día, por lo que le pedí al “bar tender” que me diera su hora. Era la 1:55 de la madrugada. Sin dinero y sin espacio para otro trago dentro de mí, decidí emprender el siempre difícil regreso a casa. No traía coche, ya que mi esposa no me dejaba conducir, sabia en que estado regresaría y no quería que arriesgara más mi vida. Salí del bar y el encargado del sitio de taxis me pidió uno. Como ya me conocía, siempre me conseguía el mismo taxi y con el mismo chofer, el cual le me llevaba a mi hogar, ya que como esta era una escena recurrente, no había problema de llegar a mi casa sano y salvo. Me subí al taxi e increíblemente me mantuve despierto todo el camino hasta mi hogar. Me mantuvo despierto la idea irrisoria de que mi familia me recibiría con mucha emoción. Sabia que al llegar a casa no me esperaba un recibimiento caluroso, ni siquiera un buenas noches ya que mi pequeña Maria, de tan solo 3 años de edad, estaría profundamente dormida después de un día de escuela y travesuras. Y mi esposa Nara, con la cual llevaba mas de 15 años de casado, no esperaba encontrarla despierta ya que como la aquejaban problemas de insomnio, tomaba somníferos los cuales la noqueaban completamente por toda la noche. Así que yo llegaba, me ponía la pijama y me metía a la cama para dormir y alguno que otro día tenia que hacer una escala al baño a realizar una actividad para la cual no están precisamente diseñados los escusados. Pero esa noche, seria todo diferente.

El taxi había llegado a mi hogar, me bajé y cuando estaba a punto de pagar el chofer me dijo – “Esta vez va por cuenta de la casa” – me sonrió, puso la mirada al frente y arrancó, como si no tuviera intención alguna de volver a verme. Yo vivía en una cerrada, en la cual había muchas casas y todas iguales por lo que era fácil perderse y mas en mi condición. El camino mas corto hasta mi casa era por medio de la pequeña área verde entre la entrada de la cerrada y la de mi hogar, pero decidí tomar el camino largo el cual consistía en rodear esa área verde. No me gustaba pasar por esa parte de la cerrada ya que ahí se encontraban esos pequeños monstruos peludos de ocho patas y cuatro pares de ojos los cuales, desde aquel día en la primaria, me infundían un terrible temor. Ese día Juanita llevó una tarántula a la escuela y para mi suerte, su pequeño monstruo se escapó de su igualmente pequeña jaulita y por obra y gracia del espíritu santo llegó a parar dentro de mi mochila. Durante la clase de español de la maestra Anabela, metí mi mano a la mochila para sacar mi pluma que había dejado caer dentro de ella y de repente la sentí. Sentí sus ocho patas peludas, subiendo por mi mano, pasando por mi muñeca y haciendo una pequeña escala en mi codo para poder descansar. Ella continuó su ascenso y cuando finalmente alcanzó mi hombro la pude ver, sus ocho pequeños ojos me miraron fijamente y yo la mire de igual manera. Siguió su camino hasta posarse sobre mi cara y un grito mudo salió de mi boca. No me podía mover ya que quede completamente petrificado. Pase varios segundos completamente inmóvil con ese pequeño engendro sobre mi cara aunque para mí fueron horas hasta que la maestra vio lo que sucedió y usó la regla con la que solía golpearnos en las manos para quitar la tarántula de mi cara. Desde ese momento, mi vida no fue la misma.

Decidí entonces caminar hacia mi casa por el camino largo como de costumbre. Esta vez el camino fue especialmente largo, probablemente fue por la condición en la que iba o tal vez por recorrí el camino en dos ocasiones. En verdad estaba ebrio. Cuando finalmente pude llegar a la entrada de mi hogar, vi la puerta y cuando estaba dispuesto a introducir la llave, una sensación extraña de miedo y angustia detuvo mi mano a unos centímetros de la cerradura. Un extraño escalofrío atravesó mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, haciéndome retorcer por completo. Una vez que la extraña sensación terminó, recogí la llave que momentos antes había dejado caer a mis pies. Me agaché para recogerla. Me puse en cuclillas para tomarla y cuando levanté la mirada, una imagen escalofriante se posó frente a mí, era uno de esos monstruos que tanto me atormentaban, era una araña. La imagen me hizo venirme de espaldas quedándome sin aliento y con el corazón detenido. Después de sacudir mi cabeza, la imagen desapareció y mi corazón volvió a latir pero ahora con una velocidad arrítmica quedando mi cuerpo en un leve estado de shock. Me puse de pie y sacudí mi pantalón para de nuevo, intentar abrir la puerta para entrar a mi casa. Tomé de nuevo la llave, la introduje en la cerradura, la giré y finalmente pude abrir la puerta a mi hogar, lo cual desearía nunca haber logrado.

Entré a mi casa. La luz estaba apagada, claro eran ya las 2:30 de la madrugada. Como el interruptor estaba a unos cuantos metros de la entrada tuve que caminar para lograr alcanzarlo. En el camino me tropecé con un triciclo y pise un patito de hule el cual hizo el chillido característico de estos juguetes de plástico. En mi estado no recordaba exactamente donde estaba el interruptor así que tuve que buscarlo completamente a ciegas y tanteando la pared. Cuando finalmente lo encontré, lo subí. La luz del nuevo foco de 100 watts me deslumbro completamente así que me tomó algunos segundos poder acostumbrar mi vista a la luz. Cuando finalmente pude volver a ver con claridad, puse mi mirada al frente vi algo que me dejó horrorizado. Era el, era el monstruo de mis peores pesadillas, era aquel ser que me despertaba en las noches, era lo que me mantenía despierto con las luces encendidas y un bate en la mano. En verdad era el.

Lo que vi era una araña gigantesca, casi del tamaño de un perro. Parecía que no se había percatado de mi presencia. Quedé paralizado, sentía mis brazos y mis piernas pero no podía hacer que se movieran ni que me respondieran. De repente lo que más temía sucedió, volteo su cabeza hacia mí y me miró fijamente, sus ocho ojos estaban dirigidos directamente hacia mí. ¡En ese momento ese monstruo empezó una carrera desenfrenada que terminó en mis pies, sus cuatro patas delanteras se elevaron cual caballo y me empezaron a tocar! El sentimiento de horror invadía todo mi cuerpo, mis pantalones semojaron, de repente en un arranque de valentía total, tal vez provocado por el alcohol, logré vencer el miedo. Mis piernas volvieron a responderme y logré correr lejos del monstruo pero no importaba a donde fuere, el me perseguía, no sabia que hacer. De repente, después de correr, logré divisar mi bat, con el cual había logrado conectar mas de 100 cuadrangulares en las ligas pequeñas hacia ya algunos años. Lo tomé y con el último gramo de valentía que me sobraba, golpee con todas mis fuerzas al monstruo una y otra y otra vez, lo golpee tan fuerte que su sangre empezó a salpicar las paredes de toda la sala y el bat terminó por romperse. Después del brutal ataque que le propiné, el ser quedó inmóvil en el piso, sin señal alguna de vida. Estaba feliz, estaba feliz por que finalmente pude superar mi miedo y logré lo que yo pensé que era imposible de lograr, enfrentar cara a cara a uno de esos monstruos y salir victorioso. Satisfecho después de tan heroica hazaña, me recosté en mi sillón favorito, el cual estaba en frente de la televisión, obviamente para ver el fútbol muy cómodamente. Al momento de sentarme prácticamente quedé inconsciente ya que no supe exactamente en que momento quedé dormido, todo después, de una fiera batalla.

Llantos y gritos me despertaron; mi cabeza palpitaba, algo ya normal para mí, ya que depuse de años de beber, me tuve que acostumbrar a esta sensación. Pero había algo extraño esta vez, había en mi cabeza una rara sensación que no debería de estar ahí, algo que no me permitía abrir los ojos. No sabia el por que del alarido. Me parecía estar escuchando una de esas películas de terror que tanto le gustaban a mi esposa, pero algo era distinto, esos gritos, esos llantos no parecían actuados, parecían reales. Era un tipo de llanto y grito con tanta desesperación, que solo una persona que ha visto morir a un ser amado en sus manos podría experimentar. Tenía la necesidad de abrir los ojos, pero esa misma sensación extraña que había en mi cabeza me impedía hacerlo, como si alguien o algo dentro de mí quisiera evitar que viera lo que estaba sucediendo. Cuando finalmente logré abrirlos, tenía un poco dificultad para enfocar, 10 horas de sueño y una enorme cruda habían hecho estragos en mi vista. Con dificultad logré incorporarme del sillón. Tambaleándome y con mi vista aun sin poder aclararse caminé tratando de seguir el sonido de los gritos y los llantos, escuché también palabras que no llegaban completarse si no mas bien parecían balbuceos hechos con una voz entrecortada. Sabía que algo no estaba bien. Con mucho esfuerzo logré llegar a la fuente de esos sonidos. Al ver la escena quedé horrorizado, no pude realizar algún movimiento, quedé en shock hasta que mi estomago, lleno de alcohol y otras porquerías, no aguantó mas y desechó todo lo que había en el con una solo y casi eterna vomitada. Al volver la vista a la escena, vi a Nara sentada sobre sus rodillas, llorando, sosteniendo un pequeño bulto sin forma conocida para mí. Mientras mas me acercaba, el pequeño bulto empezó a tomar forma, era… era mi hija. Ella estaba sobre los brazos de su madre sin hacer movimiento alguno, con todo su pequeño cuerpo destrozado, sus brazos, piernas, cabeza. Todo parecía una escena de terror, volteé a ver las paredes y todas estaban llenas de sangre, de igual manera el bat roto estaba llenos de ella. Mi cabeza no dejaba de mirar las paredes, a mi hija, el bat, mis manos ensangrentadas y todo parecía dar vueltas alrededor de mí. Entonces volví mi vista a la escena y en ese momento supe que no había hecho lo que creía haber hecho. Supe entonces que lo que había matado la noche anterior, no había sido una araña.

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