domingo, 21 de marzo de 2010

El poder de estar…detrás de una cadena


Hola a todos.

El poder es algo que ha seducido a los seres humanos desde que el hombre evolucionó en el homo sapiens. Muchos han hecho atrocidades por obtener aunque sea un poco de ese sentimiento de control sobre algo o alguien. Naciones enteras han sido destruidas, personas has sido brutalmente asesinadas por conseguirlo.

En tiempos modernos la necesidad de poder ha permanecido intacta, pero ha cambiado la forma de obtenerla. Cualquier cosa que te brinde un poco de la sensación de control y poder es bienvenida. Desde el maestro ojete que te hará sufrir todo el semestre, pasando por tu supervisor perdedor hijo del jefe, hasta el policía cuasi analfabeta. Pero hay un tipo especial del cual me gustaría hablar. Me refiero a aquellas personas que deciden quien entra y quien no a un antro. Los famosos “cadeneros”. Asi que para ilustrar mejor el punto, les contare una pequeña historia.

Es una noche cualquiera de un fin de semana cualquiera en una ciudad cualquiera. Son las 10:30 de la noche en punto. Un buen número de jóvenes – y no tan jóvenes – se forman para entrar a uno de los antros más populares de la ciudad. Es un lugar de una gran reputación por su gran ambiente y por las bellas mujeres que suelen visitarlo. Pasa el tiempo y nadie entra, según por que lo están limpiando. La gente solo espera.

Sigue pasando el tiempo y de repente sale un tipo alto, de tez blanca, brazos anchos. Hecha un vistazo al material que habrá esta noche. Observando con detenimiento los buenos cuerpos, las bellas caras femeninas y viendo casi con desprecio, todo lo que en occidente no consideraríamos como bello. A eso de las 11:00 p.m. empieza a dejar pasar a la gente. No todos, solo unos cuantos. Obviamente las primeras en pasar son las mujeres guapas. No importaba si tenías o no reservación, si le llenabas el ojo al tipo de la cadena entrabas si no, te tocaba seguir esperando.

Poco a poco fue pasando el tiempo, las personas se iban desesperando, muchas se enojaban, otras se iban, otras se aguantaban. Pero ni los gritos, las peticiones, las mentadas agilizaban el movimiento. Sobre todo por que si entrabas antes de las 12, no pagas cover. Después de la media noche, te chingas y pagas. Al final casi todos lograron entrar. Otros decidieron irse y algunos otros sencillamente no los dejaron entrar.

Pero sin dudas lo mas curioso del asunto fue una placa pegada justo afuera del antro que rezaba lo siguiente: “En este lugar no negamos la entrada por raza, sexo o condición social”. Una estampa verdaderamente sublime.

Bueno, eso es todo por mi parte. Me despido. Hasta mi próxima entrada. Adiós.

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